Historia

 

Un momento en la historia

Martí fue profundo conocedor de la existencia y obra de Lincoln: ambos eminentes varones, procedentes de la misma estirpe moral; poseyeron inteligencia, temperamento, carácter y caridad semejantes.  Todavía más: Martí tuvo anhelos, amarguras, padecimientos y aptitudes para el sacrificio util, similares a los que permitieron a Lincoln sobresalir en el espacio y en el tiempo.  

Martí admiró méritos y virtudes concurrentes en aquel de quien, en la intimidad y el recato de su conciencia, quiso ser par igual.  Ciertamente lo fue.  Lincoln ocupó sitio descollante ante todos los hombres de proceridad universal que entraron en el culto de Martí.  Y esta preferencia tuvo relación estrechísima con el hecho de que Martí juntaba en sí elementos análogos a los que Lincoln atesoró  y puso al servicio del ascenso humano.

No produjo Martí un solo extenso trabajo sobre Lincoln, a diferencia de lo realizado por él, respecto de contemporáneos y compatriotas del excelso emancipador.  Pero lo mencionó y estudió, tan reiterada y elocuentemente que, digámoslo así, tocó todos los puntos singulares de la vida de Licoln.  La vida de Lincoln se hallaba enraizada en la de Martí.  Quizá Martí no escribió sobre Lincoln todo un tratado, como pudo hacerlo para enaltecer el pensamiento y la acción del redentor piadoso, porque lo sentía en lo más tierno y puro de su propio ser y su memoria lo asistía con inusitada frecuencia, mayormente en las hora de vigilia y creación.  Con un párrafo de aquí y una frase de allá, con lo extraído de un ensayo y lo segregado de una nota periodística, a través de la copiosa obra de Martí se compone lo que puede tenerse por una historia de Lincoln.  A Martí debemos una nueva historia de Lincoln.  

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“Ni sueño pueril, ni evocación retórica, es lo que tengo ahora delante de mis ojos, sino visión de lo que ha de ser, y escena de verdadera profecía.  ! Ah, los días buenos, los días de trabajo después de la redención, los días de reedificación, en el contexto de un derecho igual, los días de aquella ardiente labor de paz que han de seguir a la labor de Guerra, en que allá en el palacio de nuestra ley, con las palmas de mármol que le vamos a poner de pórtico, nos contemos, paseando entre las estatuas de los heroes.”  

(Jose Martí, Porción del discurso de Octubre 10, 1891 en el Hardman Hall de Nueva York)

 

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